sábado, 8 de septiembre de 2012

PENÉLOPE

Penélope hojea  la revista que le dieron en la agencia de viajes  buscando un paisaje que le inspire.

Los fiordos noruegos prometen una gama de azules muy limpios; la arena de una remota playa cubana esconde espejismos de oro; el espesor de los bosques de Thailandia, más verdes de los que es capaz de captar un ojo humano menos experimentado que el suyo.  No se decide. Todos los lugares son Itaca igualmente para ella. Al final elige una antigua kasba de Marruecos cubierta por la carpa de un cielo azul rabioso, tierra ocre sobre manchas de un oasis escaso.

Penélope no va de viaje, vive de viaje.

Kasba marroquí.
Saca del armario su caja de acuarelas, papel  apaisado y  llena un vaso transparente con agua. Bajo la ventana, en el comedor, acaricia  sus pinceles, y poco a poco, el rojo de la india, el azul ultramar, el cálido siena y el velo del agua, cumplen su papel alquímico y van tintando  el blanco del papel con la imagen poderosa  de la fortaleza del desierto  que su mano mágica transforma en sutil.

Penélope espera. Entretiene su espera pintando, despintando y volviendo a pintar. Pero no es a Ulises a quien desea ver. Ella espera a Argos.

Está impaciente porque entre en su vida y ocupe ese espacio que desde siempre le ha tenido reservado.  Sabe que el camino que va a recorrer con él va a estar cuajado de experiencias que no tiene prisa por vivir, que piensa paladear intensamente. Ha vivido bastante como para haber conocido a varios cíclopes y otros cuantos lotófagos, ha estado en varias guerras de Troya y ha pasado tan cerca de las islas de las sirenas como para haberse estremecido con sus cantos.

Ahora, ya jubilada, entre los paseos, la cocina y  la pintura, también  toca oír cómo los ladridos de Argos toman posesión de su casa.




“Si vas a emprender el viaje hacia Itaca/ pide que tu camino sea largo/rico en experiencias, en conocimiento……Ten siempre a Itaca en la memoria. /Llegar allí es tu meta. Mas no apresures el viaje. /Mejor que se extienda largos años;/ y en tu vejez arribes a la isla/con cuanto hayas ganado en el camino,/sin esperar que Itaca te enriquezca./…Itaca te regaló un hermoso viaje…”

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