Río Tinto, Huelva, Marte. |
Mi tía desayuna con sus amigas tras la visita diaría al médico del seguro; algunas de mis amigas solucionan parte de sus malestares o inquietudes con la acupuntura; las más correosas experimentan con homeopatías descodificadoras o semiayunos macrobióticos a base de algas y agua marina cuando se atascan en algun proceso vital. Yo siempre recurro a mi chamán, aunque vive lejos: en lo alto de un correoso cerro que vigila las desembocaduras del Tinto y el Odiel, y siempre que llueve esa extraña lluvia roja de por allí llego a la consulta oscura y con los pies sangrantes de falsa sangre, como me ocurrió ayer.
-Chamán- le dije, reclinando la cabeza- esta vez no vengo para nada mio, quiero que me des un consejo para un amigo.
-Habla, María -dijo rodeando con las dos manos su taza de loza china humeante y soplando un poco de viento del norte al te verde de las marismas.
-Se trata de Rafa. Ya te he hablado alguna vez de él.
-¿El que ha ganado de nuevo este año ese extraño premio literario?
-Si, el mismo. Dice estar poseido por el segundo aliento, miles de palabras dan vueltas por su cabeza como remolinos y cuando me escribe algún mensaje, aún trabuca las letras y sigue teniendo faltas de ortografía.
-El nanoWrimo lo ha pillado bien en esta ocasión. No es nada grave, María, solo euforia de las letras, nada para preocuparse. En unos días desaparece en esta forma díscola y se amansa. Que practique un poco de literatura slow antes de acostarse, que escriba un par de haikus y que lea un poema infantil para su hija, vocalizando mucho las eses y las erres. En dos o tres días como nuevo.
-Gracias chamán por tus sabias palabras. En cuanto llegue a casa le escribo un correo con tu receta.
-Estupenda idea, pero espera que escampe antes de irte. Tómate un té conmigo. Tú no lo endulzas con nada ¿verdad?
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