martes, 11 de marzo de 2014

GUADALTINTERO


Bambú de aguatinta.
El agua y la tinta se quieren. Las preciosas aguadas  japonesas elaboradas con la técnica o la destreza del Sumi-E (esquemáticos brotes de bambú nudoso, ramas en flor de ciruelos y cerezos), dan fe sensorial de ello. Las caligrafías clásicas de China y de Japón circulan en la esfera del arte más  noble. Del negro, el azul oscuro, del marrón más nublado pasando por todas las escalas del gris hasta llegar al blanco del arroz, la tinta nada bien en la corriente del agua. Sin añadir turbiedad, créeme, sino umbríos tonos de transparencia, hermosos arco iris casi monocromáticos.

Entre unos cuantos amigos a los que nos gusta manchar con letras este extraño papel de pantalla  hemos montado un grupo de escritura al que bautizamos como Guadaltintero. Ríos de tinta circulando por el cauce sediento y apasionado de nuestras vidas, ea. Nos hacemos recomendaciones o críticas, nos damos apoyo o suave caña,  nos avisamos de concursos o noticias literarias, en fin, nos echamos un vistazo los unos a los otros y enriquecemos recíprocamente nuestros estilos o sucedáneos; estilos de raíz muy distinta en cada uno de nosotros, pero raíz entintada, azabache y húmeda en todos. 
                          
Nos relacionamos a través de un foro, pero en ocasiones los aforados nos hacemos carne y hueso y quedamos para vernos. La mayoría de las veces nuestras reuniones se parecen más a un pequeño club del goumet o a una cata de vinos y cervezas que a una humilde cita literaria; pero la unión hace la fuerza, y después de algunos años de brindar juntos, ahí seguimos, manchurreando papeles.

Aunque nuestro río sea navegable en gran parte de su trayectoria, reciba el agua de afluentes caudalosos y viaje con vocación de desembocar junto a las rubias dunas de Doñana, quizás hemos errado en el nombre y  en vez de Guadaltintero deberíamos haberlo llamado Guadiatintero.

Otro río de tinta china.
Guadaltintero es caprichoso: a veces parece que una sola gota más va a provocar una inundación, otras se sumerge y circula subterráneo. Por temporadas su corriente se cuela por grietas y parece que se pierde, o se evapora sin razón alguna. Sin que haga demasiado calor se convierte en algo residual: charcos pequeños y barrosos en los que apenas podrías refrescar tus pies.

Y muchas  veces surge donde menos se lo espera en frescos manantiales que  renuevan su mirada, sus ojos acuosos de río de letras.






2 comentarios:

  1. Muy bonita reflexión María, como no podría ser de otro modo, nuestro Guad proviene el árabe "uadi": "río en el desierto". Pongo un apunte de wikipedia: "Uadi o wadi (el-uadi, الوادي, uad واد que significa valle), es un vocablo de origen árabe utilizado para denominar los cauces secos o estacionales de ríos que discurren por regiones cálidas y áridas o desérticas. Hay numerosos uadis en la península arábiga y en el norte del continente africano. Estos cauces pueden tener hasta más de cien metros de anchura; generalmente, sólo encauzan agua durante breves temporadas lluviosas –de horas, días o a lo sumo semanas de duración– que pueden ser de periodicidad anual o esporádicas e impredecibles, tanto en la época del año en que ocurren como en la cantidad de pluviosidad".

    Nuestro río de tinta es así, fluye en medio de un erial, a veces caudaloso y otras minúsculo... sigamos navegando.

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  2. Sí, este Guadaltintero es guadiatinteriano, pero no cabe otra. Entintamos el árido blanco unas veces gota a gota y otras inundando torrenteras, pero ahí seguimos: dándole a la tecla sin piedad en cualquier plataforma, sea como sea; hermanándonos con la procrastinción, buscando nuestro hueco. Qué remedio, ya lo marca la etimología Guadaltinteriana: que corra la tinta por esos cauces desérticos que son las vidas interiores de muchos seres humanos, y que nosotros lo promovamos.

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