Hagamos una prueba, así, en plan juguetón. Por ejemplo: si los franceses hubieran ganado la Guerra de
la Independencia...los españoles tendríamos ideas o valores de los que nuestra historia reciente adolece, compraríamos baguettes extralargas en vez de molletes de Antequera y seguro que no tendríamos esta nefasta cohorte de
ministros y subsecretarios que amén de fastidiarnos la vida y de querer educar nuestro paladar en el gusto ferroso por las cadenas, enturbian y contaminan el agua bendita con sus
micciones beatas y con todo el descaro.
La Pepa no sería una señora simpática que recordamos con nostalgia
nebulosa, sino nuestra abuela. Esa abuela gaditana y sin tirabuzones que al calor de las faldas de la mesa-camilla
y mientras nos untaba nocilla en el pan de la merienda, nos habría educado en
el pensamiento ilustrado con música sinfónica de fondo. O con unas alegrías de la tierra a buen
compás.
Así que sin hacer futuribles del pasado ni cosas raras, te
digo que esto que nos pasa hoy y eso otro que nos pasó ayer, esa cosa tan ñoña
y tan lerda, tiene un regusto a Antiguo Régimen que no hay estrella Michelín
que pueda con ella.
No sé qué decirte, en Francia hay, y ha habido, una cohorte de políticos reprobables, momo en cualquier país, pero eso sí, laicos. Que aquí somos mucho de a Dios rogando y con el mazo dando. Me consta que que en algunos ministerios como el de interior, el que acompaña al Director General o Subsecretario de turno a misa diaria de once, consigue la comisión de servicios deseada después de confesar a un cura del Opus que jamás se saldrá del Camino si no es para robar a los ciudadanos.
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