viernes, 12 de diciembre de 2014

ARS POÉTICA DE UNA POETA PRIMERIZA


Blanco  puro, blanco hueso, blanco roto, marfil blanco.
El folio grita de pánico cuando se estrella
harto de arrugas
hastiado de mudos estornudos,
al fondo de la papelera.

Yace sobre la mesa de estudio la maraca,
esa maraca que me regalaron cuando niña
repleta de semillas, de arroz y de cristales.
Ha nacido para ser agitada,
para ser bailada,
para ser mecida con el ritmo del oleaje.
Pero duerme sobre la mesa
de cualquier modo
apoyada en un par de manuales de estilo
y el ratón  sin cola  del ordenador.
La maraca lleva tanto tiempo conmigo que soy yo,
yo que no tengo musa que me quiera
ni que quiera cantar boleros
con los compases dormidos de mi afonía.

Musa ingrata: ¡no espantes esa nube de mosquitos!
son chispas de ideas que vuelan sobre mí, en torbellino,
tan cerca y tan lejos, solo a medio palmo.
Algunas  llevan años revoloteando,
otras apenas un rato;
déjalas bailar en su danza concéntrica,
no  vengas a estas alturas con el insecticida,
al menos ten caridad.

Yo podría hablar de sierpes, de rosas, de sirenas,
de su boca y su garganta
o del último día que dije amén.
Podría decir que mis tiros yerran,
que la sangre no mancha ya tu alfombra,
que me he reconciliado con mi nombre,
o que cayeron de uno en uno,
por cien, por más de mil.

Que en nombre de viejos dioses
nuevos corderos son hoy decapitados.
Ambas sabemos de aquello que hay que hablar.

Espero por desgracia
un estado de gracia
que se me resiste
buscando  algo tan obvio como mi voz,
mi voz camuflada entre los gritos de la radio
y tu testarudo silencio.

No tengo edad para andarme por las ramas
pero las ramas me persiguen
me arañan,
construyen laberintos
donde antes hubo espuma,
me hacen tropezar.

No te burles de esta poeta primeriza, musa,
creo en el trabajo aunque no esté sindicada,
échame de vez en cuando una mano
y túmbate a dormir, hermosa,
cuando estés lejos de mí.



martes, 18 de noviembre de 2014

LA COLIFLOR ÁUREA

Esta vez sí que ha sido potente el correctivo:  he comido una coliflor urdida de flores perfectas y me encuentro mucho mejor.

Ni bello romanesco, ni cárdeno brócoli, el prodigio lo ha obrado una humilde coliflor.

Su blanco corazón esculpido con la geometría perfecta que nos regalan los dioses  atrapados en la naturaleza.

Un bocado de purita proporción áurea para contrarrestar tanta mierda como se mete una algunas veces por la boca.







miércoles, 5 de noviembre de 2014

CUANDO LOS ELEFANTES Y YO SOÑAMOS CON LA MÚSICA



Como va a ser cierto que Dios escribe derecho con renglones torcidos, una de las pocas cosas buenas que me ha traído este gobierno del PP es que por fin he cambiado de emisora, y eso que dicen que mover el dial de la radio es más difícil que cambiar de marido.

Hastiada del ñoñerío y el giro "gaviotil" que estaba tomando el asunto, yo que era oyente añeja de radio 1 me borré del tirón. Y era oyente asidua de radio nacional no solo o más que por la programación, porque detesto la publicidad en la radio y ahí no hay. Así que desde lo de Rajoy y adláteres, sin salirme del tiesto me salí de lo lindo y he recuperado con ganas la radio de mi juventud, radio 3, que en estos tiempos viene siendo casi una militancia.

La recuerdo en esos primeros tiempos verdísimos y tiernos, cuando yo también era muy tiernecita y radio 3 y yo viajábamos a lomos de una gran ola de libertad. 
Entonces tenía hasta sus propios boletines de noticias, que fue de lo primero que recortaron en los primeros noventa: no se podía tolerar el giro tan  independiente de esos noticieros y se empleó a fondo la podadora.

Repleta de colaboradores ilustres, recuerdo con una sonrisa esa vez que llamé por teléfono para hablar con Agustín García Calvo ni más ni menos, y este, en vivo y en directo me preguntó no sé por qué si yo tenía envidia de pene. No sé cómo escapé del trance: ahí mi abochornado subconsciente me ha hecho un favor, seguro.

Ahora poco a poco me pongo al día. A veces hay música disco a horas inhóspitas, música para jugar con videoconsolas o demasiado ruido, y entonces sencillamente viajo hasta mi remanso manso en radio clásica. Pero la mayoría de las veces, reencuentro viejos amigos de fines de los ochenta o los noventa y conozco a un montón nuevos, todo un lujazo que amplío día a día.

Oigo las noticias en las emisoras de siempre y después, con el corazón en un puño, regreso rápido a este punto del dial donde los elefantes y yo soñamos con la música.


martes, 28 de octubre de 2014

ESTE HALLOWEEN YO VOY DE IBIS EREMITA


Qué gusto da cuando la naturaleza  irrumpe con su fuerza en un medio artificial y rompe los falsos equilibrios que el hombre ha impuesto. Qué gusto da cuando lo vivo, lo silvestre, se desmadra un poco y acaba dando un empujón al orden establecido, y sobre todo, a aquellos que más que ordenados, están muy establecidos, creen tenerlo todo atado y bien atado.

No se puede negar la belleza de un campo de golf, todo tan green, tan cuidadito, sus colinitas tan suaves, sus hermosos lagos artificiales. No seré yo quien niegue esa hermosura, y menos cuando en dicho campo, salpicados entre los hoyos, reinan por derecho propio la majestad del pino mediterráneo, los olores de la jara y la lavanda, la salobre cercanía del Atlántico más bravío, el del Estrecho.

En uno de los campos de golf más súper de la provincia de Cádiz, el de Sancti Petri, la naturaleza ha dado un paso adelante y al atardecer de este suave otoño parece más una "sucursal" de Doñana que un lugar de culto para uno de los deportes más pijos del globo, con perdón.

Enormes bandadas de fochas de agua picotean por aquí y por allá, una multitud de garcillas bueyeras ha colonizado un par de vetustos pinos y la lían de lo lindo con su algarabía, cantan las ranas en las charquillas, se oyen el turbador llamado del cárabo y el graznido del cuervo, ¡y ahora también andan por ahí montones de ibis eremitas!

Me imagino que son grupos que se están estableciendo por su cuenta y que parten de las primeras parejas que se reintrodujeron hace unos diez años en los tajos rocosos de La Barca de Vejer, gracias a la labor conjunta del zoo de Jerez y la Junta de Andalucía...y que también a estos se les ha ido felizmente de las manos tantos ibis libres y prolíficos.

De eremitas les queda poco pues parece que disfrutan con la cercanía de los humanos y no les hacen ascos a nuestros inventos: estos se ponen púos con los bichitos que se esconden bajo el manto del doméstico césped del campo de golf, a falta de verdes praderas naturales.

Su aspecto es por lo menos chocante, con sus disparatados penachos y esas "caretas" tan raras que acaban en un pico largo y curvo, muy elegante: el disfraz más conseguido para la cercana fiesta de halloween a ellos les sale gratis.

Los antiguos egipcios los tenían entre sus animales preferidos, seres benéficos que los libraban de bichos dañinos, plagas y puede que guardianes de la fertilidad.

Thot, el dios de la sabiduría, la escritura y la música tenía cabeza de ibis. Se conservan en Egipto millares de momias de ibis evisceradas y tratadas con el mismo ritual funerario que el de los humanos. Podrían ser ofrendas: parece que su larguísimo pico curvo les recordaba a la luna creciente, y Thot es el dios lunar, el medidor del tiempo.

En esta alejada esquina del Mediterráneo aunque no los momifiquemos, tengámosles respeto. Sobre todo teniendo en cuenta que llevaban más de quinientos años extinguidos de este lado del Estrecho y que ahora han regresado.

Yo por lo pronto, como el hábito de doña Inés del año pasado me queda estrecho, este año en el día de los difuntos me disfrazo de ibis eremita. 

Y para terminar de epatar al personal, le pondré girones de vendas colgando de las plumas: mi más sincero homenaje a este ave tan singular.




sábado, 11 de octubre de 2014

EL ESCAPARATISTA DEL CHINO

Niños espectrales. Foto del limbo de S.M.


Sé que no lo ha hecho con mala intención ni por jugar de modo sutil con dobles sentidos. Menos, como una macabra performance. Lo ha hecho porque cree que así le queda muy cuco, porque en el lado artístico de su mente, las flores agrupadas haciendo circulitos y elipses y los niños casan bien, ambas son cosas hermosas, lindas promesas de futuro. Además, hay que reconocer que se lo ha currao.

Quizás su subconsciente le ha jugado una mala pasada. O no tan mala. De pronto se ha acordado de él mismo cuando era muy pequeño, cuando aún vivían en la aldea. De aquella tarde después del chaparrón, cuando salió del cole tarde e iba dando patadas a una cebolla que había encontrado en un rincón. Sus pantaloncitos verde oliva ya le quedaban muy cortos y esperaba heredar pronto una seminueva camisa Mao de su primo mayor. Aquella tarde en la que con el fondo multicolor de un potente arcoiris, vio a su padre subido sobre una caja sosteniendo en la mano un papel. Leía en voz alta de modo teatral ante un corrillo de atónitos vecinos aquello de "que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento".

Quién es el guapo que le explica al chino, que esas coronas de rosas de plástico con colores alternos no deben estar en el mismo escaparate que la ropa infantil, que en nuestra cultura significan otra cosa. Que ese primero de noviembre que ya se acerca no simboliza la vuelta al cole o el maldito estirón que ha vuelto a dar el niño.

A mí me da la risa cada vez que paso por delante, habrá alguien a quien quizás le hiera,no lo entienda o le parezca de mal gusto. 

Lo cierto es que el escaparatista del chino de mi barrio ha vuelto a dar en la diana del desconcierto.


viernes, 3 de octubre de 2014

EN LA DEHESA


Conozco a un cerdo
que un mal día se autotatuó un hada en su oreja derecha. Vive solo, entre Huelva y Badajoz, en un dehesa casi desnuda donde el viento se pierde al dar la vuelta a las pocas pero enormes encinas que allí habitan. 

En las oscuras noches de luna nueva el hadita toma relieve y la oreja le pica horrores con la forma exacta de su silueta.

Nadie le cree.

Me lo contó la otra tarde, cuando juntos tomábamos un campari con hielo sobre una roca enorme en forma de huevo viendo la puesta de sol allí en su dehesa, entre Huelva y Badajoz. 





lunes, 15 de septiembre de 2014

NI GITANA NI DE JEREZ






En estos días de grandes defunciones y enormes herederos (léase Botín o Álvarez) y de otros no menos grandes sucesores, estos con la particularidad de que el muerto está bien vivo (léase Pujol) reflexiono en que no solo hay herencias  económicas, genéticas  o culturales.También hay preferencias socio-culturales, extrañas elecciones de geografía exterior e interior y por sorprendente que pueda parecer, elecciones genéticas. 

En mi adolescencia tuve rachas en que quise ser gitana, llevar en la masa de la sangre el compás y el festoleo, cantar con un pellizco en la garganta y bailar como una diosa del arrebato más flamenco, así como mi hijo tuvo un tiempo en que quiso ser afroamericano para poder llevar con naturalidad gruesas cadenas de oro sobre camiseta de baloncesto. Por fortuna a ambos se nos pasó esa fiebre con los años. 

Ahora, sin renegar de todo lo que me marca el ser del sur y que me encanta, hay veces en que me inclino por el modelo escandinavo, saben, educación y tolerancia, ya que por supuesto el rubio no es mi fuerte.

El sábado fui a la bienal  a celebrar conmigo misma de este lado del escenario la gran fiesta del cante gitano de Jerez más puro, a escuchar con reverencia a Agujetas, Fernando de la Morena, tía Juana la del Pipa, mi Capullo, y la giganta Macanita, entre otros. 
La crème de la crème de los VORS ( Very Old Rare Sherry), los Gran Reserva más olorosos de entre los mejores vinos jerezanos.

De aquel lado del escenario poco puedo reprochar: una iba entregaita, pero del mío, ay, aquí vienen los líos. Nada que objetar a los oles y los piropos lanzados a los cantaores por parte del enfervorecido público, faltaría más, pero mucho que objetar  a otros desmelenes.
  
La parejita de mi derecha no paró de dar la murga con los móviles, sobre todo ella, que gritó su impaciente entusiasmo nada más verse bajo la cúpula del Maestranza, pero que se sació a los diez minutos; otra joven pareja de detrás habló todo el tiempo que duró el espectáculo de sus cosas, en mi cogote, al volumen en que lo harán en el sofá de su casa. Una señora entrada en años de la fila de atrás, me las hizo pasar canutas en tres pasos: primero taconeó a viva voz y desacompasada cuanto quiso; segundo, se infló de caramelos que sacaba con dificultad de una ruidosa bolsa de plástico, y cuando se hartó de aburrirse con los dos pasos anteriores, arremetió con el tercero: sesión de wappsap más de veinte minutos.

Ni estupor ni asombro: por desgracia estoy demasiado acostumbrada a la mala educación.

Reconozco que soy un poco pejiguera y que ¡ah, oximoron! puedo llegar a ser tan cafre como para querer insultar a los que se cuelan, romper el limpiaparabrisas a los coches que se saltan los semáforos o pellizcar a los que comen crujientes palomitas en el cine, a mi vera. Mas no lo hago, claro, y esta procesión también va por dentro.

A  veces, cada vez más, quisiera ser una aburrida escandinava, una señora que no entiende el cante del Capullo, ni vibra con la pataita, ni vive la gloria de nuestra  bendita tierra de María Santísima, pero que guarda su lugar en la fila, no arroja papeles fuera de la papelera y sería capaz de cortarse las venas antes que molestar con su ruido al desconocido que se sienta a su lado.

Pero sobre todo, lo que más quisiera, lo que deseo de todo corazón, es que todos podamos hacer ambas cosas sin tener que optar, reconocerme en mi gente y que esa gente se reconozca en mí, que lleguemos a ser tan bien educados, que no nos demos ni cuenta de cuál es nuestro origen porque caminamos en la misma dirección, te guste el fútbol, escribir haikus o hacer calceta, sea uno sueco o ni gitana ni de Jerez, como yo.


miércoles, 23 de julio de 2014

JAMÁS ME REGALES UN ESCARABEO CON UN PICUDO ROJO

Palmera reciclada. Foto de S.M.
Yo comprendo perfectamente que para los antiguos egipcios el escarabajo pelotero haciendo caminar entre las patas su bola de estiércol como si del sol se tratase, fuera un animal sagrado.

En mi frágil, heterodoxo y singular concepto de lo sagrado, también lo es. Un insecto tan variopinto, tan abundante, tan poderoso y en la mayoría de los casos tan bello, sin duda es un ser bienaventurado.

Cómo negar que un escarabajo, ese tierno individuo protegido por una hermosa cáscara alada, tan recio que ocupa los cuatro puntos cardinales del globo, que vuela y hasta nada, tan tenaz que pasito a pasito sube dunas o escarba hondo bajo tierra, que lo mismo tiene trompa, cuernos, que se adorna con mil rayitas o con lunares, que puede ser de color oro, turquesa rutilante o del negro más prístino, que puede brillar en la noche como le ocurre a las luciérnagas o poblar los sueños de los niños más delicados como las simpáticas mariquitas, es una especie acariciada por la sacra barita mágica de la naturaleza.  

Pero, ay, es cierto que también pueden alimentarse de carroña o constituir plagas que se zampan al amanecer, sin remordimientos, una buena cosecha de patatas o de maíz. Que los crueles cetonias, bellos entre los bellos con su disfraz verde-dorado,  esos  escarabajos más parecidos a una esmeralda caída de una corona que a un animal, devoran una rosa en un pis pás y se quedan tan anchos.

A pesar de todo esto, yo  amo a los escarabajos.

Los amo a todos, menos a los malditos picudos rojos.

Son bonitos, no lo negaré, protegidos por su larga coraza naranja oxidada, adornados de pecas y finísimas rayitas. Hermosos, sí, pero unos grandísimos hijos de su madre: si me gustan los escarabajos más me gustan las palmeras, y los picudos no están dejando ni una viva.

De todos los patrimonios de los que gozamos los humanos, de todos los legados de los que somos herederos y que son nuestros sin serlo del todo, el capital vegetal me parece primordial. Y estos malditos escarabajos ayudados primero por nuestra ambición y después por nuestra desidia, están aniquilando uno de los árboles más bellos, rompiendo el perfil de nuestros parques, afeando las plazas, los campos y los caminos, denigrando nuestra vista con el espantajo de sus hojas secas y sus troncos podridos.  

Pobres y queridas palmeras.

Estos miles de árboles  muertos, asesinados, son el símbolo por excelencia del desatino que con naturalidad sembró el desenfreno inmobiliario y la ambición desmedida en los pasados años de bonanza. Las trajeron ya infectadas a mediados de los noventa del otro lado del Mediterráneo para adornar una urbanización cualquiera que ahora andará deshabitada y la plaga se ha extendido como un reguero de pólvora, desenfrenada y tenaz.

Cada palmera destrozada es un mordisco en mi corazón, una herida en nuestra cultura.

Los escarabajos en el Antiguo Egipto eran el símbolo de la resurrección y el renacimiento. Por ese motivo los faraones se hacían amuletos de vida y poder imitando su forma, los escarabeos. 

Esta palmera desmochada en la que ha anidado una familia de cigüeñas, ha encontrado ahí su nueva savia: Osiris, dios de la vida eterna, se ha compadecido de ella, de nosotros. 

Puede que al fin y al cabo esto tan simple sea la resurrección, el triunfo de la vida sobre la muerte.

A pesar de todo, si estáis pensando en hacerme un regalo, yo nunca querré un escarabeo con la forma de un picudo rojo. 
Ni aunque sea de lapislázuli, oro y filigranas de coral.





domingo, 6 de julio de 2014

EXVOTOS POSMODERNOS

Exvoto de un gladiador agradecido en Itálica.



Quizás es que no hicimos los votos adecuados a los dioses adecuados.


Quizás nos dejamos llevar por el signo de estos tiempos veloces y líquidos y la corriente nos dejó arrumbados en un tramo de orilla lleno de zarzas y juncos marchitos.

O quizás la culpa es de Némesis que se ha relajado con la edad o que enfermó, sus alas se troncharon con la artrosis, su velo se desgarró con la humedad.

La vejez ha hecho a la diosa descuidada, le importan ya un pimiento el equilibrio universal, la solidaridad, la justicia retributiva. Ni siquiera la venganza, ese plato veraniego que sabe mejor muy fresquito, como el gazpacho, estimula las gastadas papilas gustativas de la Hija de la Noche.

No. Eso no puede ser posible, Ella no. Toda la culpa es nuestra: somos los habitantes del siglo XXI los chapuceros, los descuidados que no hemos sabido pedir lo adecuado, los desobedientes que nos hemos pasado de la raya. Los soberbios que nos hemos dado a la desmesura y nos hemos creído un poquito dioses, rompiendo los viejos equilibrios.

Exvoto posmoderno. Foto de S.M.
Cemento pocho, losetas rotas, pies torcidos y deformes, chicles pisoteados, deseos desmedidos. Alcantarillas. Nada que ver con la enjundia del mármol en las placas votivas que representan plantas de pies que aún hoy encontramos como si no hubiera llovido sobre ellas el agua de muchos siglos, en la gran Avenida Triunfal del Anfiteatro de Itálica.

Posiblemente pertenezcan a gladiadores que agradecían así a Némesis algún favor concedido a sus corazones guerreros, o también puede que sean prendas ofrendadas por algunos magistrados dando las gracias a la diosa por la fuerza otorgada para desempeñar con corrección sus cargos, no se sabe con certeza.

Lo que tampoco sé es si hoy hay corazones guerreros que a la vez sean humildes, y si eso ocurre porque nos hemos atascado en la orilla más sucia del río o por nuestra arrogancia posmoderna, o por nuestra inepcia, o si es que nos hemos vuelto unos tontos desagradecidos.

Lo cierto es que con exvotos tan mamarrachos como estas huellas de pies que se encuentran en la calle Águilas de Sevilla, no hay dios que nos eche cuenta.






sábado, 28 de junio de 2014

EL MUSEO DEL ORGULLO GAY


Ojalá que algún día no haga falta señalar en el almanaque el día de nadie, porque significará que ese alguien ya no es nadie o casi nadie para los otros.

Pero mientras tanto, aquí y ahora, el calendario anda cargado de días para todo y para todos, un recordatorio puntilloso y algo cansino, sin duda demasiadas veces minoritario o sorprendente. Un minucioso santoral laico en el que sin esforzarnos demasiado cada uno encontramos un huequito.

Nada minoritarios y siempre sorprendentes pueden resultarnos algunos de los festejos que engalanan este sábado de finales de junio, el día del orgullo gay, el gran día de la fiesta y la reivindicación homosexual.

Los desfiles, ese escaparate de carrozas y cortejos excesivos, exuberantes, ruidosos y divertidos no nos pueden hacer olvidar las dificultades con las que se sigue encontrando esa gran parte de nuestra sociedad, aquí y sobre todo lejos de aquí. La homosexualidad es ilegal en más de ochenta de países y en casi una decena, los homosexuales pueden  ser encarcelados, torturados  e incluso ejecutados por su propio y demencial Estado.

Pero volvamos a la fiesta, que es lo que hoy toca. Yo en esto de los desfiles del orgullo gay entré por la puerta grande, pues el primero que vi, ojiplática, feliz y con un jet lag de caballo, hace ya muuuchos años, fue el de Nueva York (imponente, descomunal, maravilloso) así que los demás, que le voy a hacer, por más locos que sean, por más estiletes y transparencias que luzcan y por más plumas que por allí vuelen, siempre tienen para mí un puntito pueblerino. 

Hasta el de Londres, al que asistí también hace bastante, me lo pareció, y eso que fue colosal.
Lo que más me gustó de ese desfile fue lo que vino después del desfile, en los servicios de The National Gallery. La pinacoteca que mira desde sus altas escaleras ese delirio de fuentes, columnas ciclópeas y leones de bronce en el mismo corazón imperial de Londres, guarda un tesoro exquisito entre sus Caravaggios, Vermeers y Velázquez: un baño abierto al público.

Al museo se entra gratis y sin pasar por escáner ni policías tocones. Así que más de uno y de una, si tiene una urgencia fisiológica en esa agitada ciudad, puede usar sus baños y marcharse tan ricamente. Sin echar ni un vistazo a las joyas que allí se custodian de modo tan libre, sin dejar una mísera propina.

Pues eso, que estaba yo visitando el museo y antes de irme entré en el baño de señoras de la planta baja. Y lo que vi al entrar me dejó maravillada, y eso que llevaba un día de grandes maravillas: drags queens altas como torres, lesbianas de uniformes imposibles, lolitas de sexo dudoso e imponentes bigotudas con boas emplumadas color arcoiris guardaban cola entre risas y pases de cepillo por sus melenas despampanantes. 

Y me puse la última de la fila, sí, yo, ciudadana de una provincia del mundo en la que no gasto ni gota de glamour.




martes, 17 de junio de 2014

NO HAY VIDA SIN MÚSICA






La música que acompaña las palabras de mi blog no es mía, pero es tan mía como lo es mi propia voz, mi cuerpo. Vive allí donde yo me mude; crece, cambia y se enriquece conmigo, como yo me enriquezco con ella. Puedo decir sin faltar a la verdad que hasta se cuela en mi cama y corteja mis sueños.

Alguna  vez es música que rescato del fondo del baúl, de mi baúl, de mi yo de hace veinte o treinta años y que rebusco exprofeso para la ocasión ("Arponera" de Esclarecidos, en "Contraseña" o "Body and Soul" de Coleman Hawkings en "Rayuela y otros juegos"): ese viejo broche de perla que convierte en elegante cualquier indumentaria. 

A veces la melodía, la canción, tira de un hilo mágico y pesca un texto (como me ocurrió con la Marcha procesional basada en la ópera" Ione" a cargo de la Orquesta Sinfónica Municipal de Sevilla, que de hecho escribió solita y del tirón mis "Seis relatos mediterráneos para una marcha fúnebre." O "Afró Tambú", con la fastuosa y loquísima puesta en escena de Agustín Gª Calvo, Chicho S. Ferlosio y Amancio Prada, que dictó mi "Soliloquio de la mujer invisible". O con la bellísima "Gure oroizapenak" de Mikel Laboa, que salió de entre las sombras de un bosque para una mis entradas preferidas: "Antídoto").

Otras veces la música es consustancial al relato, este no es apenas nada sin ella. (Moraito y María Bala cantando entre lágrimas en mi "Op de weg naar Alcalá" o las dos joyas que reverberan al fondo de mi texto "Con permiso del zurdo": "Aquella canción de Roxy" del grupo ochentero La Mode y la no menos ochentera "Avalon", de Roxy Music.)

El flamenco gana por goleada: las alegrías de Beni de Cádiz aliñando "Vivan las caenas", Adela la Chaqueta cantando un cuplé y bailando como ninguna en "Ellas bailan solas", el cante y sobre todo los chascarrillos de Chano Lobato adornando mis "Píldoras flamencas" o la rumba más desgarrada de Los Chunguitos ("Si me das a elegir") poniendo el soniquete de fondo a "Polígono de San Pablo y dos haikus". 

Javier Ruibal solo canta "La Reina de África" para el texto del mismo nombre, pero podría tener una sesión para él solito si no me reprimiera. 
Janes Joplin con en "Summertime" me buscó para compartir el whisky en  "Antes muerta que sencilla". 
La orquesta Mondragón y su alocado "Viaje con nosotros" alegró la juventud de "El año del conejo" y Pablo Guerrero y sus "Sueños" pusieron una nota dorada en "Ella me pertenece".

La vivísima "Raskayú" cantada por su autor, Bonet de San Pedro, me vino como anillo al dedo para "¡Albricias!" y la voz caliente de Lhasa cantando su preciosa "Con toda palabra" explica sin necesidad de adjetivos el por qué de "Mi alma canina".

¡Se me olvidaba! "Todo se transforma", de Jorge Drexler, acompaña desde la ventana de la cocina a mi gorrión en "Urbi et orbi" sin vértigo alguno.



La música es parte del cuerpo y el alma de cada cuál y yo, por muy perra que sea, no puedo vivir sin el trozo de ella que a mí me corresponde. Sería una mutilada en mi esencia.


miércoles, 4 de junio de 2014

PEREGRINOS EN SHAMBALA


Peregrino, lo que se dice peregrino, todos lo somos en mayor o en menor medida, pues no hay duda de que esta vida es un extraño viaje, con sus llanos, sus pendientes y sus paraditas pa comer. Con su principio y su fin. 

Después del fin, no sabemos a ciencia cierta si empieza otro viaje, y aún dentro de este otros. O solo hay merecido descanso, o tierra en barbecho, o mullidas nubes de nácar o algo parecido a un gran asador de pollos o festines sin cuento. Ya lo descubriremos cuando cerremos esta puerta, seamos pacientes.

Si encima eres de esos que no te contentas con el periplo en sí, de esos que movido por una búsqueda interior, una necesidad inexplicable o la creencia de que debes expiar así parte de tus muchas culpas, tomas un desvío y recorres algún tramo con mochila jacobea al hombro (si eliges el Camino de Santiago) como romero (si peregrinas a la Roma vaticana en busca de indulgencias ) como palmero (si viajas a la Jerusalén bíblica, a por sus místicas palmas) o como romero tocando palmas (si te vas al Rocío, con tus botos, tu carriola y tu arsa y olé) ya has jurado bandera. Tienes un grado, no eres un peregrino de los de campamento y botellón.

Si movido por una inquietud espiritual profunda quieres llegar en tu búsqueda más allá, aún más allá, nada menos que a Shambala, esa ciudad escondida entre nieves perpetuas allá en algún rincón del alto y lejano Himalaya, esa ciudad abanicada por miles de caballos al viento, esa Shambala que puede que ni exista  porque solo está dentro de ti si es que está en algún sitio, con su luz dorada y su halo de perfección, lo tuyo es un peregrinaje con muchas estrellas. De capitán general para arriba, si es que eso existe.

A eso no aspiramos todos, y aún muchos menos lo alcanzamos.

Los más, y solo a ratos, nos colgamos del cuello una concha de vieira simbólica, y en ella bebemos a sorbitos el agua allá donde la encontramos. Peregrinos sencillos que solo andamos y  que de vez en cuando hacemos una paradita para sacudirnos el polvo del camino.
Sin darnos cuenta de que algunas motas de ese polvo, son minúsculas chispas del halo dorado que rodea Shambala.





                   http://www.rafaeltellez.com/2014/05/novela-peregrinos-de-shambala-un-viaje.html





lunes, 2 de junio de 2014

LA SORPRESA

la pecera del cuento. Foto de S.M.
El paseo del sábado daba sus últimas bocanadas como pez fuera del agua en esa hora tardía en que una no aguarda del día más que la rutina de la lectura y el sueño. 

Pero la sorpresa, ese regalo que ni se espera ni se busca, nos encontró al alzar la vista, por casualidad, en la farola pegada a la muralla. El fanal se había transformado en un terrario fantástico.

Suspendida del aire, esta pecera sin agua pero llena de luz y calor guardaba tanta vida tras el cristal que era, solo y de tan simple, pura maravilla.

El paseo del sábado dejó de ser un pez fuera del agua, ni siquiera tenía ya escamas o aletas.

Sin necesitar el beso de un príncipe, se había transfigurado en un pequeño ser mitológico. Viscoso y frágil, pero sobre todo hermoso, como la rugosa piel de una salamanquesa.




martes, 13 de mayo de 2014

LA AMANTE DEL VOLCÁN

Un volcán a punto de dormir. Foto de S.M.

Es cierto que desde arriba el enorme animal parecía solo dormido, la cabeza, al sur, sumergida en el agua.

Desde el cielo, pero ya a vista de pájaro con buena vista, el dinosaurio parecía tener jorobas repartidas por todo su cuerpo y una larga columna vertebral hecha de montañas chatas y redondas. 

Al aterrizar, el viento zarandeó el avión como a un juguete viejo, un torbellino de arena hizo una corta cabriola en la misma pista del aeropuerto y sonó una extraña trompeta: supe en ese momento  que llegaba a una tierra tan sagrada como la que rodea el Valle del Jordán, quizás a la alejada isla donde van a morir los ángeles que ya se han cansado de respirar. Eso explicaría los altos túmulos.

Un azafato piadoso se alarmó con el brillo alucinado de mis ojos y me creyó un caso más de aquellos que tienen pánico a volar. Me hizo el regalo de su mejor sonrisa cuando entramos en el  finger y por si eso era aún poco, me recitó con su acento cadencioso el mantra más tranquilizador y profesional que sabía: bienvenida a Lanzarote.

Efectivamente esas enormes rocas ocres que había visto a través de la ventanilla del avión armaban un archipiélago varado en medio del atlántico: eran islas, no se trataba de una manada de olvidados dinosaurios.

Lanzarote: cuatro días escasos para aprenderme tanta belleza.

La isla del huracán perpetuo tiene más de cien volcanes inertes (grises, negros, pardos, rojos) anillando el horizonte, separados como familiares algo enfadados o solapados unos sobre otros, viejas montañas cansadas e inofensivas; un suelo negro y rugoso donde duermen sin cerrar los ojos oscuros lagartos; casas rasas y blancas de una belleza primaria y exquisita; gordos y floreados o altos como lanzas, miles de cactus que se han comido todos los tonos del verde, carnosos, incitantes, a los que solo un rescoldo de prudencia me impidieron, con deleite, acariciar.

Pocos días para tanto y tan bello: vivir los cuatro elementos al desnudo y dando lo más grande de sí mismos para poder ser jurado en el concurso más difícil. Tierra, aire, agua y fuego compitiendo por la corona bruñida de la isla.

En plan Empédocles, a vueltas con la sandalia.
Mi estancia en el reino de los volcanes dormidos fue como leer un extenso manual de belleza, repasar ciertos cánones de la hermosura que ya venían  asimilados de casita (la duna y la piedra arañando el atlántico más azul, el viento y el oleaje disputándose  el trono del Estrecho, las nubes veloces estancando el cielo de bruma gris y privándome muchas horas  de mi propia sombra) pero sobre todo aprender aquel paisaje que tantas veces no me recordaba a nada conocido: todas las lecciones que suspendí en aquel examen de proporciones áureas. Allí no hay prados floreados, ríos navegables, altas cumbres con lagos añiles escondidos, catedrales con cientos de vidrieras y de años. Solo viento, palmeras y lava para cocinar con ellos el mojo más espléndido.

Lanzarote díscola, Lanzarote extraña, Lanzarote como un juego de muñecas rusas que de continuó hay que encajar: la isla en el archipiélago, y dentro de la isla un volcán y dentro del volcán una viña, y aún dentro de ella la fragancia  de un vino amarillo, singular y exquisito. Niñas aplicadas que todo lo aprenden en la escuela de sus mayores, las viñas se guarecen en corrales de piedras volcánicas: pequeños cráteres  que no escupen lava, sino verdes hojas enredadas en zarcillos y perlitas de uva malvasía.

Todo el tiempo, hasta el último minuto, me acompañó la sensación de que aquel amor era de los antiguos e iba a ser para siempre, de que me había convertido en la amante de esa tierra áspera, dueña de una hermosura infrecuente y primordial.

Como aquellos que arrojan monedas en las fuentes para asegurarse el regreso a la ciudad que visitan, yo dejé una sandalia en la boca seca de la montaña de Guanapay en memoria de tantos que lo perdieron todo por el fuego, hasta la vida. En prenda, para confirmar nuestra recién descubierta alianza y legitimar mi retorno.

El tiempo, diligente, marcó la hora del regreso, de hacer las maletas de nuevo. Yo no me conformé con traerme un par de botellas de vino blanco, una crema reafirmante con savia de cactus o un collar de prístinas olivinas isleñas de recuerdo. Burlando al burlador, escondí entre la ropa usada un montón de piedras y virutas volcánicas que sobrepasaban de sobra los doce kilos que exige el reglamento.

Ya en casa, mientras repasaba una y otra vez las fotos de la isla como una niña enamorada, dispuse estratégicamente las piedras por los rincones y las macetas y dejé una bien redonda, negra y porosa en la terraza, al sol demasiado caliente de estos días.

Ahora sé el secreto de la isla, sé por qué allí no descansa jamás el viento. También sé que definitivamente no se trata de dinosaurios, como creí engañada en un principio. No es cierto que los volcanes estén exánimes, ni siquiera que estén dormidos, aunque eso en realidad ya lo descubrí del doméstico géiser de Timanfaya. El viento sopla con furia y sin descanso para enfriar el fuego de las falsas montañas, para que no se crezcan, para que no tome vida tanto dragón entumecido.  

La piedra negra de la terraza está empezando a respirar. Por la noche se enciende un corazón rojo de fuego en su centro y escupe un hilito de azufre líquido por algunos de sus poros, supongo que para equilibrar tanto calor como recoge durante el día. Si afino el oído escucho un lamento: creo que el pequeño dragón llora porque se acuerda de sus padres. Entonces yo le canto una nana inventada y le soplo suavito, admirada aunque con algo de temor.


sábado, 26 de abril de 2014

URBI ET ORBI


En el aparato de aire acondicionado de la cocina vive un gorrión enamorado. El gorrión lleva más de un mes sin parar de piar, cada día más gordo por tanto pan del que se atiborra sin temor a la báscula, cada día más descarado, cada día más a gusto en familia. No han podido con él los calores de marzo ni las tormentas de abril. Es incombustible, diminuto, vehemente.

Enamorado del amor, pero no como aquel renombrado insustancial, ha transformado la unidad exterior de aire acondicionado en una agencia matrimonial desde la que se vende lo mejor que puede y doy fe de que puede mucho: apuesto passer domesticus, joven, sano y limpio, con hermoso nido a medio hacer en el árbol más frondoso del jardín, con formación superior en canto y desparpajo a borbotones, busca novia para relación estable. No soy un libertino ni pongo obstáculos a la formación de una familia, más bien todo lo contrario: me comprometo a ser un buen padre y criar a mis polluelos en los valores gorrioneros de siempre. En algunas ciudades estoy en peligro de extinción: apoya mi causa, no permitas que nos arrinconen y hasta eliminen, ¡reproduzcámonos!

De sol a sol canta su monótona y alegre canción sin desfallecer. Treinta gramos de pasión y amor a la vida incondicionales.



"A la ciudad y al mundo: 

La primavera ha estallado en mis venas y en las vuestras si os observáis con atención.
Desde mi atalaya veo las nubes disolverse y formarse, blancos rebaños celestiales que pacen en el azul más limpio; contemplo el encaje fugaz de la niebla que todo lo vela, como en un sueño; oigo la rueda feliz de los vencejos, allá en lo alto. 

Todo se transforma en sí mismo, cambia para mantenerse igual.

Humanos, no necesitáis indulgencia plenaria: se os perdonan todos los pecados con tal de que deseéis ser solo un poco felices. La vida es bella y dura poco."




 






jueves, 3 de abril de 2014

UN SUEÑO REPARADOR EN EL TEMPLO DE ESCULAPIO

Casa del Obispo. Cádiz.
Esto me pasa por recurrir a internet en vez de a Freud.

Tengo un sueño recurrente desde hace años que lleva meses reproduciéndose con mayor periodicidad. Me intriga su mensaje aun sin interpretarlo, pues ya en su versión más literal me parece incongruente a la par que simplón, aunque no me queda duda de que por algún motivo se está convirtiendo en algo obsesivo. Por lo menos para mi subconsciente.

El sueño es siempre el mismo, aunque admite dos o tres variantes mínimas. Busqué en internet una ayuda rápida y acabé escaldada. Los mensajes venían a ser interpretados por tarotistas de tres al cuarto que se contradecían entre sí con su charlatanería desvergonzada. El colmo de mi estupor llegó cuando accidentalmente entré en una página que pretendía desentrañar el significado de "soñar con pasta". Pero no con la pasta gansa que puede ser frecuente que aparezca en nuestras fantasías tanto en su formato de monedas antiguas semienterradas como en el de calderilla que encuentras al azar junto a una alcantarilla al bajar de la acera, sino con pasta de la de comer. Por lo visto no es lo mismo soñar con macarrones que con pasta rizada a la espinaca, o en forma de conchitas o con fideos extrafinos. Salí de allí de un salto, con el calambre propio del que busca en lo más hondo de sí ser portador de un correo cuasi divino y  se encuentra con una grandísima chorrada.

Hace muchos muchos años, ciertas prácticas médicas contaban con la sanación del individuo induciéndole al sueño. Un dormir sanador en el que el dios griego Heraklio, o después el romano Esculapio, daba pautas al enfermo para sanarse o directamente le curaba si este era capaz de descifrar correctamente el mensaje divino. En algunos templos, pues estos ritos se desenvolvían allí y no por supuesto en hospitales como los entendemos ahora, había incluso "terapeutas oníricos" que te interpretaban la pesadilla y solo eso bastaba para devolverte la salud. ¡El colmo del sueño reparador!


La próxima vez que sueñe mi sueño cojo el Comes y me voy pa Cádiz. Una vez allí me dirigiré a La Casa del Obispo y a oscuras bajaré sus escalones de piedra ostionera hasta que me llegue el olor a mar, casi donde solo hay tierra húmeda, en lo más hondo. Allí me tumbaré sobre el duro suelo en postura fetal y esperaré con paciencia a quedarme dormida, arrullada por el lejano oleaje.

Ni Freud ni Jung, ni siquiera Martin Luther van a venir a rescatarme.

Directamente cuento con Esculapio.






martes, 1 de abril de 2014

A LA DIOSA DURGA LE GUSTA EL COLOR ROJO


El templo Rojo de Benarés. Foto de S.M.


El templo de Durga en Benarés es rojo por fuera, bellísimo, sus altas y picudas torrecillas, rojas; sus preciosos muros tallados, rojos. Y rojo y  oro por dentro. Las ofrendas que se le hacen, sobre todo las que le hacen las mujeres, casi todas deben ser rojas o de colores cálidos. Rojas como la sangre que da vida, rojas como la sangre que da muerte. Roja por supuesto la sangre de las cabras que se sacrifican en su honor los días del festival Puja Durga.

 El taxista que nos lleva allí mientras conduce y toca el claxon sin parar, nos cuenta en malinglés algunas peculiaridades del mismo, entre ellas su color. "¿Por qué todo en ese color?" le pregunto yo en mi peoringlés. "Porque a la diosa Durga le gusta el rojo". Punto pelota.

Me pongo en la fila de ofrendas de las mujeres y le entrego una guirnalda de flores naranjas algo espachurrada y desvirtuada porque la compré hace un par de horas  y la he llevado toda la tarde puesta de collar. Quizás la diosa esperaba algo más noble por mi parte, la pobre.


Durga la Bella. 



Durga la Madre. 



Durga la Guerrera.



   Su nombre significa La Inaccesible. Puede tener cuatro, ocho, diez brazos, la mayoría armados, los restantes con atributos que explican sus doctrinas a los fieles, aunque aún deja un par de ellos para bordar delicados mudras con las manos: como buena mujer, lo mismo sirve pa un barrío que pa un fregao. 

   Fue creada por la triada de dioses principales, Brahma, Shiva y Vishnú para que derrotara a los demonios y restableciera el Orden en el mundo gracias a su potente energía femenina: generadora, destructora y regeneradora. En alguna representación de las muchas que tiene aparece pisoteando a un diablo ¿A qué me suena?


  Fuerte, brava, cabalga sobre un león o un tigre con su rizada melena negra al viento, sus azules ropajes despidiendo feroces rayos. Se llama también Parvati y Uma, es una de las formas que adopta Devi, la diosa suprema y es una personificación de Maia, la energía ilusoria  pero materialista que…mmm…bueno, pues eso, que le gusta mucho el color rojo.






Según entramos en el templo un brahmán o un espontáneo, que aquí nunca se sabe, nos agarra y nos lleva a un subtemplo que hay dentro del recinto donde encontramos un pequeño estanque de mármol con el lingam de Shiva en su centro. Sentados los tres alrededor de la fuente, comienza a hacer unos ritos muy complicados sin parar de rezar: su mano encima de la mía, la mano de S. con la mía arriba y después abajo; arroja unas flores mustias que estaban flotando en el agua al lingam después de pasarlas por nuestras frentes, repite lo mismo con unas hojas verdes, pone nuestras manos con las palmas juntas, después con los dorsos juntos, mi mano haciendo un bocadillo con las suyas, después las suyas con las mías… ¡Qué sé yo! Después extiende su mano para que pongamos en ella unas rupias.

Estoy convencida de que nos ha casado a su manera. 

Cuando salimos de allí entre emocionados y aturdidos, otro brahmán (u otro espontáneo)que está en un puestecillo en el centro del gran templo rojo y oro nos llama, nos pinta un círculo bermellón en la frente y nos ata al cuello un cordón de finísimos hilos de algodón negro delicadamente trenzado. ¡El collar de Durga la fuerte, la inaccesible, la poderosa! Después extiende su mano para que pongamos en ella unas rupias. Yo no quepo en mí de la emoción ¡La diosa santa ha correspondido a mi cutre ofrenda obsequiándome otro collar, pero éste bonito y con súper-poderes, estoy segura! 

     Cuidaíto conmigo: aún lo llevo en torno a mi cuello.



Vendedor de guirnaldas. Foto de S.M.