1- Suenan los acordes de la marcha fúnebre. Isis, la diosa llorona, recoge con dolor los pedazos de su esposo Osiris desperdigados por todo Egipto. Sus lágrimas provocan la inundación del Nilo. La muerte da vida e Isis lo sabe: entre sus cuernos de vaca sueña una cuna para mecer a su hijo.
2- Suenan los acordes de la marcha fúnebre. El vómito del Vesubio cubre palacios, casas,
templos. Cuerpos de hombres y mujeres aún celebran la vida en tascas y burdeles
mientras el polvo de lava viste Pompeya con ropas de luto. En el último minuto,
la sacerdotisa del templo de Isis alcanza la orilla y huye del infierno en una
barcaza abarrotada de gente.
3- Suenan los acordes de la marcha fúnebre. La gente se arremolina
en un cruce, indecisa. Tras el paso del Cristo, en esa estrecha calle de
Sevilla queda un efluvio de lirios e incienso tan intenso que provoca mareo. Nada
mejor para despistarlo que compartir con los amigos unas cañas, chistes y un plato de aceitunas aliñadas con orégano en
el bar de la esquina.
4- Suenan los acordes de la marcha fúnebre. Un viento gélido
recorre Verona y el selecto público que sale sobrecogido de La Arena, monta en
sus carruajes tras subirse el cuello de piel del abrigo buscando el calor vivo
de las chimeneas. Y en el aire, retazos del aria que ha sonado hace un rato en el
tercer acto de la ópera.
5- Suenan los acordes de la marcha fúnebre. De espaldas a la
orilla, Fredo musita un Ave María en la barca pidiendo a la Reina del Cielo que
la pesca sea abundante. Su corazón sabe que reza por su alma, que reza en voz
alta por no oír el disparo en su sien decretado por su propio hermano, el nuevo
Padrino.
6- Suenan los acordes de
la marcha fúnebre. Apago Radio Clásica pero recapacito y la vuelvo a
encender: los voluptuosos compases de Ione
pueden celebrar tanto la muerte como la
vida. Me sirvo un vasito de vino de naranja y brindo conmigo misma por la
esencia que comparto con otras Marías. Desde
Beirut a Alghero, desde Alejandría a Baelo Claudia.
Maravillosos microrelatos encadenados en el macrocosmos, en un espacio tiempo circular, como música de fondo la lluvia fértil, las lágrimas de la viuda llorona. Seguro que sus hijos también brindan contigo.
ResponderEliminar¡Hermosos tus microrelatos! cada vez se acercan más a los haikus
ResponderEliminar¡... y brindo también por esa esencia que compartimos aún más allá del Mediterraneo!