martes, 4 de febrero de 2014

JUGUEMOS UN RATO

Baraja de las parejitas. Mi preferida. 

Me dices que sí, que no está mal escrito, pero que por favor no me distraiga tanto y le meta mano de una vez a una novela. Una nueva novela, glup. Me dan ganas de ir al baño solo de imaginarlo.

De momento, y entre otras cosas, solo quiero jugar un rato. Solo quiero jugar un rato a combinar  ideas y sentimientos con letras; pero si lo prefieres lo digo de otra manera, le pongo otro nombre, sin caretas ni autocomplacencia. Prefiero recorrer distancias cortas, mirar para otro lado, procrastinar a troche y moche, distraerme a conciencia, con voluntad firme de irme por las ramas. En plata: me da pereza; tú ya sabes que soy un poco vaga.

Una novela es como una laboriosa partida de ajedrez o de póquer y lo que yo hago es jugar al tute. O a la brisca. Lo que hacen en círculo las viejas de los pueblos de toda la vida. En mi escritura no hay estrategia, no hay cálculo, no hay as en la manga, no hay plan para mañana. Ni hambre para hoy. Solo trozos de realidad y de sueños enfriados con un par de cubitos de hielo, lo justo para ser bebido a sorbos pequeños en un vaso largo.

Quizás todo corresponde a un caprichoso deseo del presente: minimizarme. Escribir de esto y de aquello, picoteando como un pájaro. O escribir menos cantidad a la busca y captura de más virtud. 
Menos palabras, mayor concentración alquímica. O menos palabras, menos tonterías.

No creo que una novela larga sea más que una corta, ni que una novela corta sea más que un cuento, ni que un cuento sea más que un microrrelato. Qué es más, qué es menos. Lo que en realidad me gustaría escribir y  no brotan son poemas, pequeños versos, haikus. Suspiros.

Así que de momento, y como aún se me atasca el aire, solo juego con mis cartas tras barajarlas y me río cuando saco pareja de chinitos o  esquimales.







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