lunes, 17 de febrero de 2014

¡MARCHANDO UNA DE COLESTEROL!




El cielo.




¿Qué tiene que ver el amor con el jamón ibérico?

Nada, me dirás; todo lo más parece un chiste y de los malos. Pero si buscas, si buscas bien, verás que ambos andan por la orilla más resbaladiza del río que hay en el Cielo.

O  comparten ese lado del cerebro en el que no hay gozo sin culpa. O ese lento masticar para que no agarren a la garganta hasta estrangularte  sus vetas de nácar.

¿Y el amor con el ibérico chorizo ?

Rizo del rizo, haciendo un inocente pareado. Quizás no más gozo, pero si más culpa.

Aliño de especias sagradas de Iberia; carne picada hasta la no-carne, el no ser.

Y si el cerdo es negro, negro como la noche que barrunta mis sueños, mejor.

¿Embutido? ¿Embutido en qué?  En tripas, nena, como el amor. Tripa que limita, que comprime, que te atrapa hasta dolerte. Sangre y a veces  huesos. De nuevo como el amor.

Alguien me confesó una noche que el Cielo era ese sitio mágico donde comes chorizo ibérico o jamón de pata negra sin que jamás engordes, o te salga sarpullido, o te hagan una colonoscopia.   

Y yo añado lo del amor y  la culpa, así que tú verás. 








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